Uno de los grandes retos que afrontan las víctimas de violencia de género es la soledad que les acompaña cuando deciden poner fin al maltrato y denunciar a su agresor.
Combatir esa soledad y enseñar cómo plantarle cara y superarla es uno de los pilares que fundamentan el trabajo del ERIE (Equipo de Respuesta Inmediata ante Emergencias) psicosocial.
Configurado teóricamente como un equipo de atención psicológica para momentos puntuales (accidentes con víctimas, intentos de suicidio, grandes catástrofes, etc.) la dimensión que han adquirido los delitos de violencia de género redefinió su estructura desde su creación.
Disponible las 24 horas del día de los 365 días del año, atienden este servicio tres psicólogas, tres conductores y una veintena de voluntarios que viajan a cualquier punto de la región en un vehículo especialmente configurado para ofrecer un espacio agradable que permita, desde el primer momento, romper con su entorno.
Pedro Julián Marín, director del Centro provincial de Coordinación, explica que se trata «de una intervención puntual en el primer momento y nuestros equipos acuden cuando son requeridos». Esa intervención puntual admite muchas variantes antes de derivar a las víctimas a los servicios sociales de base. «Hablamos con la víctima, le acompañamos durante la interposición de la demanda y, cuando hay salida del domicilio familiar, se hace un trabajo de acompañamiento», explica.
Junto a la función psicológica, es fundamental la de información y seguimiento. La primera pasa por ofrecerle los recursos que están a su disposición para alejarse del entorno violento. «Les asesoramos sobre los lugares a los que puede recurrir», señala. El de seguimiento, pasa por «poner el caso en conocimiento de la Oficina de Atención a la Víctima». Ellos articularán el día a día de la víctima y su protección.
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