¿Cómo es posible que los hogares, se conviertan en un infierno para mujeres, niños, ancianos..., víctimas de una violencia irracional? ¿Qué se cuece en la cabeza de un maltratador para humillar, vejar, golpear y, en el más extremo de los casos, matar a los miembros de su familia?
Curiosamente, a esta última pregunta, los psiquiatras tienen una respuesta común: «El maltratador no es un enfermo mental», aclaraba ayer José Luis Fernández Sastre, uno de los más de 200 ponentes participantes en las mesas de debate, talleres y simposios que hasta mañana se celebran en la capital dentro del Congreso de la Asociación de Neuropsiquiatría.
Curiosamente, a esta última pregunta, los psiquiatras tienen una respuesta común: «El maltratador no es un enfermo mental», aclaraba ayer José Luis Fernández Sastre, uno de los más de 200 ponentes participantes en las mesas de debate, talleres y simposios que hasta mañana se celebran en la capital dentro del Congreso de la Asociación de Neuropsiquiatría.
En esta edición, el encuentro profesional ha dedicado especial atención al análisis de la violencia, entre ellas la ejercida en el hogar, desde un punto de vista psicológico y sanitario.
Y es que, como reivindicaron ayer los propios ponentes, la violencia de género, además de un asunto que abordar desde el punto de vista policial y de seguridad, también «es un problema de salud pública, reconocida por la OMS» en el que la psiquiatría cumple el papel fundamental, recordaba ayer Tiburcio Angosto Saura en la presentación del simposio Salud Mental y Violencia Doméstica. Un foro en el que se abordó el problema «tanto desde el punto de vista de la detección precoz como de las repercusiones clínicas del maltrato» en el hogar. No sólo los ejercidos contra la mujer, sino también en otros «grupos más vulnerables», como los niños y los ancianos». Estos últimos, dos colectivos de riesgo que no han sido reconocidos como posibles víctimas hasta época relativamente reciente, «no más de 20 años».
«No existe un perfil de violencia, ni de mujer maltratada, ni de maltratador» explicaba ayer Águeda Rojo Pantoja, psicóloga terapeuta de familia, que reconocía que se hallaban «ante un fenómeno complejo, que depende de factores tanto culturales, como sociales y personales», que exige «conocer los mecanismos que actúan en el proceso del agresor y en la víctima, para ayudarnos a conocerlos mejor». En este sentido, Rojo desvinculó el maltrato familiar de un posible exclusivamente psicológico. «No son enfermos mentales», insistió Rojo, al igual que otros ponentes. Y de hecho, quiso rompía algunos «mitos», como el que dibuja al maltratador «como un ser de naturaleza violenta, inestables o psicópatas» y a la víctima como «una mujer masoquista». En cambio, recordó que «cualquier persona puede convertirse en un maltratador y cualquier mujer, ser una víctima».
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