7 de enero de 2009

«Siete de cada diez agresores a los que se trata no reconocen su delito»


CARLOS SAN MARTÍN MÉDICO SEXÓLOGO
«El nivel de abandonos del programa es bajo», dice el experto. /DM

El coordinador del 'Programa Senda' en la región dice que la mayoría responsabiliza a su víctima de «exagerar o de ser injusta»


«Sólo un 30% de los agresores a los que estamos tratando reconocen su delito inicialmente, en el momento de la evaluación». El dato lo da el coordinador del Programa Senda en Cantabria, el médico y sexólogo Carlos San Martín, que añade que «el resto, o sea, siete de cada diez hombres condenados por maltrato, no tiene ningún grado de reconocimiento de lo que ha hecho. En general, culpabiliza a la víctima» o echa balones fuera, diciendo que su situación «es injusta o que se han exagerado los hechos» que le han llevado hasta el citado programa.

Éste se puso en marcha con el inicio de 2008, con el objetivo de dar respuesta a un imperativo legal de la Ley Integral para la Prevención de la Violencia contra las Mujeres, en la que se establece que los jueces darán a los condenados la alternativa de «rehabilitarse» por medio de un programa educativo específico.
En Cantabria, el 'Senda' echó a andar en abril gracias a un convenio firmado entre el Gobierno cántabro y el Ministerio del Interior. Se ha centrado en el tratamiento de 36 hombres que, durante un año, deben asistir de forma obligatoria (acudir les puede librar de ingresar en prisión si no tienen antecedentes penales) a sesiones individuales y grupales.

Los destinatarios actuales de la iniciativa tienen una media de edad de 41 años. El más joven cuenta con 25 y el mayor, con 64. Son personas de toda clase social y cualificación profesional: lo mismo hay agresores de baja formación que universitarios o técnicos medios. Un 77% de ellos tiene hijos y prácticamente el mismo porcentaje tiene en vigor una orden de alejamiento de quien fuera su víctima. Además, un 63% de los hombres que siguen actualmente el tratamiento no se han vuelto a emparejar.

Al hacer un primer balance, San Martín cree que hay motivos para ser optimista, «pero con mucha, mucha, moderación», subraya. Le invitan a ser positivo dos datos concretos: está siendo muy bajo el nivel de abandonos del programa terapéutico (el 83% de los usuarios sigue en el mismo) y, tras varios meses de sesiones, seis de cada 10 usuarios han recibido en el último trimestre un informe favorable a su evolución. «Es decir, se están viendo cambios de actitud en los agresores».

Estos cambios están relacionados con la «progresiva aceptación» de que se tiene un problema, primer paso para «responsabilizarse de su conducta violenta». «Todavía es escasa la aceptación y, sin dar este salto en la percepción, son incapaces de empezar a poner soluciones», explica el experto.
El trabajo del equipo que lleva adelante el plan de 'reeducación' consiste en ir desmontando el conjunto de ideas machistas de los agresores, que les lleva a creerse superiores a sus mujeres y, de ahí, al maltrato. «Las creencias culturales están muy arraigadas, en todo lo que se refiere a estereotipos, roles de género, el puesto de poder que ocupa el hombre... Es complicado hacerles ver que detrás de este conjunto de ideas preconcebidas está la violencia».

Habilidades sociales
En las sesiones se trabaja, por otro lado, la mejora de habilidades sociales, el aumento de la autoestima o la capacidad para detectar cuándo se pone en marcha la espiral de la violencia. «Hay que enseñarles a autocontrolarse y, sobre todo, hay que ofrecerles alternativas a la violencia. Porque su experiencia es que, por medio de una agresión, el problema que ellos tienen se soluciona primero que de cualquier otra forma».

San Martín también se muestra cauto a la hora de extraer conclusiones porque, según asevera, «estamos hablando de programas novedosos y pioneros», que no se habían experimentado antes en España. «Yo creo que en Cantabria se está haciendo bien, porque los profesionales estamos teniendo libertad para trabajar por parte de la Administración. Aunque también es cierto que tenemos mucho que aprender».

A sus ojos, es muy de valorar el seguimiento que se hace de los maltratadores, desde el momento en que está garantizado el contacto directo y constante «y esto nos permite dar una señal de alarma al sistema judicial si vemos alguna situación que puede derivar en peligro para la víctima».


VIOLETA SANTIAGO
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