17 de abril de 2009

"¿Héroe? Quiero conocer al héroe"

El profesor Jesús Neira abandona con honores el hospital ocho meses después de caer en coma por la brutal paliza que recibió al defender a una mujer

Su aparición, con aspecto todavía débil pero sonriente, arrancó los aplausos de los presentes. De los amigos que llevaban días preparándole una fiesta, de algunos de sus vecinos de habitación, de los enfermos que se asomaban en bata por la barandilla de la primera planta del Hospital Puerta de Hierro. Fuera le esperaban 256 globos blancos, uno por cada día que Jesús Neira ha permanecido ingresado tras la agresión que casi le hizo perder la vida por defender a una mujer que estaba siendo maltratada por su pareja. Y 56 globos rojos, los mismos que años cumplía precisamente ayer, cuando los médicos le dieron el alta.

"Es como volver a la vida". Neira se expresaba con voz pausada desde su silla de ruedas en el recibidor del hospital, conectado todavía al oxígeno, sereno pese a estar casi engullido por decenas de periodistas. Poco después de las 12.30, ayudado por su mujer y sus hijos, se levantó para atravesar la puerta y dar sus primeros pasos en la calle. Un símbolo más de este hombre casi erigido en héroe. Él afirmó que tanta atención mediática le había pillado un poco por sorpresa. "¿Héroe? Quiero conocer al tal héroe, yo soy una persona absolutamente normal", concedió.

Ni el frío ni la lluvia importaron a sus amigos. Tenían preparada una fiesta para Jesús Neira, que permanecía custodiado en todo momento por su mujer y sus hijos, uno de ellos también en silla de ruedas. "¿Por solidaridad con tu padre?". "No, me caí", responde con una tímida sonrisa. Enfrente del hospital, una carpa con un pequeño escenario sirvió como sala de celebraciones. Aunque la multitud de cámaras apenas permitía ver a los que hablaban. Su compañero de tertulias televisivas, Juan Antonio Tirado, hizo de maestro de ceremonias. El cantante Pedro Úbeda, también amigo, se encargó de entonar el Cumpleaños feliz y un par de las canciones favoritas del homenajeado. Hubo tarta, regalos -incluido uno del alcalde de Majadahonda, Narciso de Foxá- y un brindis con cerveza.

Jesús Neira, modesto, no escatimó en halagos hacia sus amigos y su mujer. "Yo no sé si hubiera podido hacer lo que ha hecho ella", confesó sobre el escenario, micrófono en mano, relatando las obligaciones que habían recaído sobre su mujer en su ausencia. A él le queda por delante la rehabilitación, que compaginará cada día con las actividades rutinarias que espera retomar desde hoy, como leer los periódicos o trabajar en su despacho como presidente del consejo asesor del Observatorio contra la violencia de género de la Comunidad de Madrid. ¿Lo que más he echado de menos? "Fundamentalmente respirar bien, controlar mis movimientos", explicó. "En mi situación las cosas secundarias se difuminan rápidamente".

Sus amigos estaban exultantes. "Nosotros al principio pensábamos que se moría", explicaban. Ayer, ocho meses después de la agresión, Neira regresó a casa. Rodeado de expectación, como todo lo que ha tenido que ver con su historia. Y no se arrepiente de nada. "Volvería a hacer lo mismo", respondió mirando a las cámaras, "porque si no esa mujer no estaría viva".

ANAÍS BERDIÉ
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