7 de abril de 2009

El difícil viaje a la mente de un agresor machista

Lograr la empatía con la víctima es una de las claves de estos programas

El fracaso fue tan rotundo que dio que pensar. Cuatro internos por violencia machista de la cárcel Modelo de Barcelona siguieron un programa de control de la violencia con un grupo de condenados por otros delitos. El éxito fue nulo.

"Concluimos que el maltratador era un perfil distinto y había que hacer una intervención especializada", relata el psicólogo José Núñez, uno de los primeros en utilizar el programa Marco que se aplicaba en prisión. En otros lugares de España llegaron a idéntica conclusión. Andrés Quinteros, otro especialista, recuerda que el problema de los primeros programas es que "no tenían perspectiva de género".

Para elaborar el tratamiento, en Catalunya se fijaron en los programas que se impartían a particulares que lo solicitaban en instituciones pioneras como la Fundació Agi. Los programas son iguales se impartan en prisión, como medida penal alternativa, o a voluntarios, y tienen un coste aproximado de 900 euros. El objetivo es que el agresor asuma su responsabilidad. "Lo más habitual es que culpabilicen al juez o a su mujer", explica Núñez.

Los especialistas coinciden en que uno de los principales problemas con que se encuentran son las distorsiones del pensamiento que suelen presentar los maltratadores, que viven de forma normalizada situaciones de abuso de poder, tanto en su sexualidad como en sus relaciones familiares.

Asimismo, también se trabaja la adaptación al cambio muchos maltratadores no asumen ser abandonados y las emociones, sobre todo, para controlar su ira. El objetivo primero es que los agresores sientan empatía con el sufrimiento de sus víctimas. Como explica Jorge Peña, director terapéutico de Proyecto Hombre en León, es en las sesiones de grupo, que se combinan con las individuales, cuando los agresores se suelen ver como tales: "Cuando otros iguales que él le dicen que es un agresor, su mentalidad empieza a cambiar y se reconoce como violento". A partir de ahí, el principal objetivo es como señala Quinteros que el agresor "pueda tener relaciones de pareja igualitarias y deje de considerar a la mujer como un ser inferior".

A pesar de los esfuerzos, la clave está en la actitud del agresor. "Aquí no vienen a escuchar, eso no sirve para nada", dice Rosa María Garriga, de la Fundació Agi. A la espera de los estudios que prueben su eficacia, Andrés Quinteros sitúa el éxito en torno al 35%. Sin embargo, no hay datos oficiales de esta eficacia: lo único que los expertos saben es lo difícil que es rehabilitar a un agresor.


http://www.publico.es/216429/dificil/viaje/mente/agresor/machista



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