22 de octubre de 2008

Violencia machista y medio rural: el más difícil todavía

La falta de recursos próximos y el miedo al vacío social condicionan a la mujer maltratada que vive en núcleos pequeños, donde hay más violencia pero muchas menos denuncias.

La falta de recursos próximos y el miedo al vacío social condicionan a la mujer maltratada que vive en núcleos pequeños, donde hay más violencia pero muchas menos denuncias.

Cristina Domínguez Sahagún
Aunque la patada duele igual en un pueblo que en una ciudad, el proceso para terminar con los abusos y humillaciones que sufren las mujeres maltratadas se hace, en el medio rural, especialmente complicado, más dramático si cabe.

El imperio del machismo consentido, el miedo al qué dirán en el pueblo, o la falta de una red completa de apoyo, acaban por desanimar a la mujer maltratada que desea romper con este particular acto de terrorismo “y la mitad no llega a finalizar el proceso agobiada por la burocracia y el ambiente general”.

Aún así, según las estadísticas de la Junta, cuatro de cada diez denuncias de malos tratos proceden del ámbito rural. Un dato significativo, que deja muy claro que la violencia machista sigue presente en nuestros pueblos aunque, a veces, ni siquiera algunas mujeres maltratadas sepan que lo están siendo.

Según Teresa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur) la violencia de género la sufren por igual las mujeres rurales que las urbanas, pero “hay una menor percepción de las mujeres rurales de que son víctimas de la violencia, y por tanto, se producen menos denuncias”.

Las palabras de López desvelan el primer obstáculo para erradicar de los pueblos el terrorismo doméstico.

Las estadísticas muestran que hay algunos grupos de población femenina –en franjas de edad superiores– que no consideran un empujón o un insulto una forma de malos tratos, o no los relacionan con este delito, aceptando el mito de la superioridad del hombre “tal y como se lo inculcaron en casa donde, muy probablemente, también hubo malos tratos” pues la violencia se pude perpetuar hasta cuatro generaciones.

Pero, también las mujeres conscientes y decididas a actuar se tendrán que enfrentar en algunos casos a la crítica del medio en el que viven, a ese medio de patriarcado que permite y calla.


“Al ser sociedades más pequeñas, donde todo el mundo se conoce, hay cierto reparo a la hora de denunciar porque piensan que el pueblo se va a poner en su contra, el trauma se acentúa”, comentan desde la Asociación de Ayuda a Víctimas de Agresiones Sexuales y Violencia Doméstica (Adavas).

Decidida a informarse de sus derechos, a denunciar, o a solicitar la separación de la pareja,existen ciertas ventajas en función del pueblo, pero no muchas.

Por ejemplo, una vecina de Sahagún sí tendría a su alcance, acceso directo, al Centro de Acción Social (Ceas), al Centro de Salud, Juzgado, y el cuartel de la Guardia Civil de la villa, cuatro organismos donde tramitar, dar parte o recibir más información. Una vecina de Renedo de Valderaduey, sin embargo, necesitaría tarde o temprano un primer desplazamiento hasta Sahagún, cuando más cerca, ‘despertando sospechas’ en un tema que suele requerir la máxima confidencialidad.
Algo que, por otro lado, siempre garantizarán las instituciones a las que la víctima acuda. “Temen que alguien más del pueblo puedan enterarse, que salga a la luz, que no las crean.

Aunque les asegures que de estas cuatro paredes no saldrá nada, son reticentes. Muchas víctimas solicitan ayuda en otro pueblo.”, comenta la experta en prevención dela violencia de género, Chusa Dañobeitia García, trabajadora del Área de la Mujer de la Junta.

No obstante, los recursos en Sahagún ya quedarían limitados, una vez la víctima necesite, por ejemplo, apoyo psicológico u otra residencia temporal en casas de acogidas o pisos tutelados, servicios inexistentes en la comarca.

Más atenciónLas expertas consultadas coinciden en reclamar más atención al medio rural,“quien tiene la información tiene el poder, en este caso, de acabar con la lacra de los malos tratos. Se hace así imprescindible acercar la ciudad al pueblo. Facilitar las cosas a las mujeres que atraviesan por esta dramática situación”, comenta Dañobeitia .

“La sociedad rural tiene que apoyar a la víctima y no justificar al maltratador, no hay que sentir pudor por denunciar unos malos tratos, es un delito, ¿cómo es posible que todo un pueblo conozca un caso y nadie se atreve a denunciar?.

Tenemos que intervenir, involucrarnos, y eso, en los núcleos rurales todavía es una asignatura pendiente aunque nos duela reconocerlo”.

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