23 de septiembre de 2008

Abolir la esclavitud, también la sexual

LA prostitución es un fenómeno complejo que debe ser abordado teniendo en cuenta los aspectos éticos y jurídicos, las implicaciones económicas derivadas del negocio del sexo y la pornografía, las relaciones directas con el crimen organizado y, sobre todo, tener presente la situación de las víctimas y su integración social..

Esta concepción de un fenómeno tan denigrante para la mujer no puede ignorar la globalización de los mercados, ni tampoco la conexión existente entre la industria del ocio y el llamado 'turismo sexual', que se relaciona claramente con un aumento de la demanda de esta otra versión de la violencia de género más cruda.

La prostitución se ha convertido en un lucrativo negocio que se encuentra bajo el control de mafias criminales de ámbito transnacional que trafican con mujeres, de la misma forma que lo hacen con armas o con drogas. En España, la prostitución brilla por su invisibilidad, debido a la clandestinidad en la que se desarrolla, y que es la principal causa de su desconocimiento. Y es que, de hecho, la prostitución que se conoce, la visible, la de la calle, es la minoritaria. Lo que no vemos, es decir, la gran mayoría de mujeres que sufren la explotación sexual, pasan desapercibidas, como si de fantasmas o muertos vivientes se trataran, algo que queremos pensar que no existe.

Como muestra de la vertiente económica de esta forma de maltrato, podemos aportar algunos datos. Según el Informe de la Ponencia sobre Prostitución en nuestro país, abordada en la sesión de 13 de marzo de 2007 en la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de la Igualdad de Oportunidades, el comercio sexual mueve en publicidad un total de 5 millones de euros mensuales en anuncios sólo en uno de los periódicos de mayor tirada en nuestro país. Esta misma ponencia afirma que el de la prostitución es el segundo negocio mundial más lucrativo, sólo después del tráfico de armas y antes que el tráfico de drogas. El negocio de la explotación sexual reporta anualmente unas ganancias de entre 5 y 7 billones de dólares y moviliza a unos 4 millones de personas en todo el mundo. Mejor dicho, aproximadamente 4 millones de mujeres y niñas son compradas y vendidas en el mundo, con el objetivo de forzarlas a la prostitución, la esclavitud o el matrimonio. Se estima que las mafias ganan 7.000 millones de euros al año, mientras que en Europa, cada 'trabajadora del sexo' (definición insultante, que debería poner las salas de un sindicato en pie de guerra) deja un beneficio mínimo de 45.000 euros al año a cada proxeneta.

Por lo que respecta a nuestro país, los españoles -según los datos que esta ponencia que la mencionada Comisión Mixta del Congreso nos ofrece- se gastan 50 millones de euros todos los días en actividades directamente relacionadas con la prostitución. En España, se estima que existen en torno a 400.000 prostitutas, lo que equivale a una prostituta para cada 38 hombres, si bien es cierto que estos datos no son del todo fiables en tanto que es imposible cuantificar de forma exacta cuántas mujeres ejercen esta actividad en pisos particulares. Estos datos afirman que el 6% de la población española es consumidora de prostitución, y para los 'empresarios' del sector, los ingresos por prostituta y por año suponen unos 45.000 euros. Este análisis nos deja ver cómo la prostitución tiene un fuerte componente diferencial de género, ya que el 99,9% de los demandantes son varones, según un reciente estudio de la sección de contactos de los diarios españoles, y las personas en situación de prostitución son mayoritariamente mujeres con graves problemas económicos. Olvidemos, pues, el viejo debate que nada aporta sobre la distinción entre prostitución libre o forzada porque olvida que el ejercicio de la prostitución atenta contra la dignidad de las personas que lo ejercen.

Vemos así que la prostitución tiene una estrecha relación con los efectos negativos de la globalización económica y de los medios de comunicación, con la desigualdad económica, la feminización de la pobreza, y con el sistema patriarcal, que muestra su mayor crudeza en los diferentes tipos de violencia de género, entre los que se encuentran las diferentes formas de explotación sexual, como la trata o el tráfico de mujeres con fines de explotación sexual.

Por convicción feminista, es imposible rehusar emitir un juicio valorativo, y afirmar directamente la necesidad de abolir esta violación de los derechos de las mujeres. Es incompatible un sistema social como el nuestro, que avanza hacia la igualdad, con un modelo que asuma la prostitución como un mercado de carne. Relacionar la prostitución con la libertad sexual es olvidar la actividad humana que es la sexualidad, que requiere de una relación de igualdad y de voluntariedad, una expresión de libertad compartida, y en la que no cabe relación comercial que constituye en sí misma una situación de abuso de poder. Es la primera vez en la historia que la palabra 'abolición' cobra especial sentido.


ANYES SEGURA FERNÁNDEZ
www.ideal.es

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