17 de septiembre de 2008

"El demonio me dijo que la matara"


Algunos familiares de la víctima, a la salida del juicio contra su presunto homicida.
Los familiares de Montserrat A. R. recibieron con gritos de "asesino" al presunto homicida y esposo de la víctima, Rafael S. N., acusado de asesinato tras apuñalarla en más de 40 ocasiones y asestarle 14 golpes durante la madrugada del 4 de febrero de 2006. Los hermanos y demás allegados de la asesinada, que portaban un crespón blanco y una foto de Montserrat, se agolpaban minutos antes de empezar la vista oral a las puertas de la sala de la sección cuarta clamando "justicia".
El acusado, funcionario de prisiones, presentaba una imagen descuidada y una aparente desorientación que justificó ante el juez por no haber tomado su "medicación". Previo al comienzo del juicio, Rafael S. N. presentó una petición de renuncia a todos los bienes hereditarios en favor de sus hijos, que fue admitida sin reparos por todas las partes.
La Fiscalía pide un total de 25 años de prisión por el delito de asesinato y tres años más por torturas y otros actos contra la integridad moral de la víctima. En la vista oral, el acusado relató cómo conoció a Montserrat en 1997 y la razón que motivó, a los pocos meses de empezar la relación, el enlace matrimonial: "Yo no quería casarme, pero ella se quedó embarazada y Dios me pidió que no dejara a ese niño desasistido".
Desde el principio, Rafael S. N. intentó desmontar las acusaciones de maltrato psicológico que le imputaba la Fiscalía y la acusación particular, alegando que la pareja "siempre se llevó perfectamente" y que él apoyó a su mujer en todos "los proyectos que inició", en concreto el de retomar sus estudios y la obtención de título de auxiliar de clínica.
La fiscal preguntó al presunto homicida por los brotes psicóticos que varios de sus familiares directos habían padecido. La madre y dos de los tres hermanos de Rafael han permanecido temporalmente en centros psiquiátricos por ataques de psicósis y ezquizofrenia. La misión del Ministerio Público fue demostrar si el acusado había sido diagnosticado por algún especialista de transtornos mentales. El funcionario de prisiones se limitó a explicar que estaba sometido siempre a "mareos", pero que ningún médico había dado con su enfermedad.
El acusado argumentó, en repetidas ocasiones, que "nunca controló" la vida de su mujer y que siempre le dio "la libertad propia en una pareja, tanto económica como emocionalmente", aclaró. En el año 2002, el matrimonio pasó por un bache: Montserrat sufrió un aborto y perdió a su padre en cuestión de meses. Estos hechos, "pesaron mucho" en la pareja, comentó Rafael, y pensaron en separarse. Aunque finalmente, tras acudir a varias sesiones con un terapeuta, continuaron unidos.
Pero los problemas volvieron a surgir entre finales de 2005 y principios de 2006. "Ella me dijo que quería separarse y yo no quería que mis hijos se criaran sin padre, como me pasó a mí", comentó Rafael. Aunque la relación había terminado, la pareja seguía habitando en el mismo domicilio. "Me pegué 10 ó 14 días sin dormir, el médico de la prisión me recetó un fármaco de mayor potencia, pero esos días fueron como un sueño para mí", alegó.
El acusado dijo no recordar "nada" de la noche de autos, pero que "evidentemente" mató a su esposa. Rafael atribuyó a unas supuestas voces la motivación para que acuchillara, en más de 40 ocasiones, a su mujer durante la madrugada del 4 de febrero de 2006. "Mi mente iba a cien por hora; un demonio se apoderó de mí y sólo me decía mátala, mátala", comentó.
Tras la Fiscalía intervino la acusación particular de la familia, que intentó desmontar la supuesta "posesión" y la crisis mental por la que pasaba Rafael, con el hecho -corroborado por el acusado durante la vista oral- de que nunca llegó tarde al trabajo, ni se retrasó en la recogida de sus hijos del colegio. Finalmente, Rafael aseguró haber recibido el "perdón" de su esposa, ya que "se le apareció su alma" y que, una vez termine todo el proceso, se quitará la vida para estar junto a ella en el cielo.
La única testigo que participó durante la primera sesión fue la hermana mayor de Montserrat, María Dolores, que rebatió la supuesta afinidad que existía en la pareja. El testimonio se centró en las semanas previas al asesinato, cuando Montserrat había decidido separarse de su marido. "Mi hermana y yo estábamos muy unidas, era una persona amable y simpática, y él siempre la despreció". El proceso continuará durante la mañana de hoy y se prevé que, una vez declaren el resto de testigos, el juicio quede visto para sentencia el jueves.
Enrique Ballesteros Manzorro

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